3:23am

domingo, 4 de diciembre de 2016

Siempre comenté que mis sueños son muy sentidos y vividos, es decir...


puedo sentir la tierra en la cara, la rugosidad de las superficies que toco, el ruido de los huesos que rompo, el calor de los besos que me dan.

Me parece fascinante.

Siempre recuerdo lo que sueño, no al punto de saber que llevo una vida paralela sino al saber que la rienda suelta de la madrugada le da a mi cabeza una particular habilidad de generar cosas al soñar.

A veces me despierto a la mitad de la noche con una imagen , o con un gesto, un perfume, una situación, una risa, o una serie de palabras que se repiten en mi cabeza  al estilo de quien estudia para dar un oral y olvidarlo al otro día.

Luz, tatuaje, sillón, tropel, caballo. Luz, tatuaje, sillón, tropel, caballo.


O la imagen de una habitación que nunca vi en mi vida (o si), o nunca vi en este plano (tal vez en otro), o el interior de una casa que siempre visito por fuera pero jamás entro.


Me ha sucedido extrañas veces aparecer en lugares que he soñado y a ciencia cierta nunca he estado a ahí, por supuesto me ha pasado de soñar con lugares en donde si he estado y los soñé diferentes, como quien sale de su casa en Buenos Aires y se toma un avión en la pista de aterrizaje que está en la esquina de su casa, a los pies del Everest, una incongruencia así, por el estilo.

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