Madrugada del sábado 27

viernes, 27 de abril de 2018

Me prometí, de alguna manera, no escribir nunca jamás esta historia. Hacerlo sería dejarla ir, por completo, y no quiero, de ninguna manera y en ningún sentido. Me rehúso completamente.
No voy a escribir sobre aquel día, no traiciono la promesa. Hoy escribo sobre hoy, redundante, lo que sería en realidad, 27 de abril, viernes por la tarde. In situ.


Me avasalla un dolor de cabeza punzante a ambos lados del cráneo. Siento una tensión en el cuello que lo (nos) alborota, es un dolor constante, como una vértebra corrida, como un tenedor rascando un plato, un par de uñas bailando sobre un pizarrón, sin cesar. Me está desarmando.

La vista me va y me viene, como aquel octubre, muy próximo al pico de estrés, pero esto es distinto, yo lo se. También intuyo que hay dos caminos reales por los cuales puede estar pasando esto con mi cuerpo.

Camino nro uno. El lunes comencé un nuevo trabajo, a cargo del proyecto de fusión de una compañía metalúrgica muy importante con una empresa de robótica italiana. Toda, casi toda esta semana, fue pura y exclusivamente capacitación.
El proceso de borrar archivos viejos de la mente y meter nueva data es algo cansador, más si se es activo como nosotros, que preguntamos y somos inquietos.
Tal vez la postura forzada de mostrarse siempre derecho. De no poder relajarse como uno quiere, donde uno ya se conoce. La gente nueva, máquinas nuevas, planillas nuevas, problemas nuevos, todo un universo nuevo, caótico, inmerso en si mismo, y nosotros. Nosotros, un punto que llega desde otro plano para insertarse en la sinergia de este caos que funciona (no sabemos como), con el fin de conocerlo, estudiarlo y mejorarlo.
Escrito así tendría algún sentido la falta de energía un viernes a esta hora, la facultad que se viene, el finde largo que nos espera (donde obvio, se dormirá y se trabajará), el calor de mierda, todas cosas que suman al mareo, al dolor, a las ganas de darle un cabezaso a una pared.

Ahora bien, retomando lo prometido, porque sabemos que no puedo (ni quiero) escribir nada sobre esa madrugada...Hoy no puedo con ellos.

No estaría pudiendo desde el momento cero. Éste es el camino número dos, el peor. el que existe en el plano mental que escapa a la oratoria. El de la mente que domina.
No puedo con ellos, no los puedo callar, ni calmar, no los puedo apaciguar en lo más mínimo.
No me había pasado en años anteriores tampoco, que yo recuerde. Me está pasando ahora.
Será por los 5 años?
Será por el calor y la humedad de mierda que reinan en este abril del orto, que se robaron mi frío, el frío que calma a las fieras. Hoy tengo este calor, este calor del orto, volcánico, 31 PUTOS GRADOS y yo con ganas de explotar desde adentro, de que me reviente el balde al carajo, para poder cerrar los ojos y no sentir mas dolor.
No quiero que me duela mas. Ni el cráneo, ni el cuerpo, ni el pecho.
No es por ustedes, yo se que en el fondo no son. Tal vez haya algo mas, que no estoy viendo, que no estoy detectando dentro mío. Alguna enfermedad, no se.

Solo quiero, que por hoy, se callen. Por hoy por favor.


0 Yes,tell me :