Recuerdos del futuro

martes, 19 de noviembre de 2019

Como hombre de ciencia no se me permite creer en mucho en las religiones, en el ocultismo, en las magias y en el destino; pero si a fines físicos reducimos las cuestiones y, tomamos el tiempo como una variable y no como una constante, podemos llegar a concebir una zona media y santa entre lo políticamente correcto y lo eclesiásticamente acertado.


La física no ha dado aún con una definición exacta para el tiempo, es mas, si les preguntase ahora para ustedes, qué es el tiempo? muchos dirían que es una sucesión de horas, minutos y segundos, es algo que pasa, es una constante incontrolable, son los años, los relojes, otros dirán que es relativo, en fin, definiciones varias que suman pero no dan con una acertada y totalmente verídica de lo que realmente es el tiempo.


Pasa mas rápido cuando estamos con alguien que nos gusta, pasa lento cuando trabajamos de algo que no queremos, pareciera tener su propio ritmo y al ser relativo no es igual para un ser que para el otro, sin embargo, todos nuestros relojes marcan las 16:31hs en Buenos Aires Capital y las  20:31hs en Berlin. No es condición necesaria, pero si suficiente, que el tiempo sea ese y solo ese, independientemente de como vaya sucediendo.



Puesto en escena y ya pulido el tema temporal, pasamos al vivo facto de la cuestión propia del ensayo, qué , cómo no adivinarlo, tiene que ver con el tiempo..con mi tiempo.



Creo, sostengo y afirmo fervientemente la existencia de infinitas probabilidades que desmuestran que el tiempo como lo conocemos ya ha sucedido todo, y nosotros, nos movemos sobre esa variable en línea recta y hacia adelante, porque solo eso hemos aprendido con los años, a caminar sobre la línea del tiempo en un solo sentido. Si bien en los problemas de la física uno puede dictaminar cálculos a tiempo cero, a tiempo un segundo, a tiempo t cincuenta segundos, mil, dos horas, tres años y luego volverlos hacia atrás, es solo papel , puesto en un experimento que demuestre que si el auto va a cien kilómetros por hora, en una hora habrá recorrido cien kilómetros, sin tener en cuenta la aceleración inicial ni la final, suponiendo que el auto ya se encontraba a esa velocidad al momento de comenzar con el experimento. Ahora bien, no podemos hacer algo parecido en nuestro sistema real de convivencia, lease la vida que llevamos, la tierra que pisamos. Si cerramos los ojos no transformamos las 16:30 en 22:30 ni aunque quisiéramos, porque, repito, solo podemos ir hacia adelante y a la velocidad relativa de cada uno.


Ahora, si el tiempo ya sucedió todo, si todo ya pasó, y si todo está escrito, tiene tanto sentido como lo tiene el aire que respiramos y nos llena los pulmones, ver a alguien, por primera vez en tu vida, y sentir en el pecho que l@ extrañas hace millones de años. Inexplicable, pero cierto, y me pasó.

Fue en una foto, la vi, y como quien se reencuentra con alguien que creyó perdido, despertó en mi cabeza una sinapsis neuronal extraña, atípica; No sabía quién era, ni su nombre, no sabía qué le gustaba, que le molestaba, no sabía qué música escuchaba, su color favorito, no sabía nada, pero nada sobre ella; y sin embargo ahí estaba yo, extrañándola como si un abrazo suyo fuese todo lo que necesitaba para sanar mi alma destrozada, o sanar la suya, que sin saberlo recordé, que también estaba hecha pedazos.

Quedó ahí, en un momento, en una foto, y el sentimiento pasó inadvertido por mi psiquis y yo seguí con mi vida, hasta que días después se apareció frente a mí, la vi, viva, en carne y hueso, estaba ahí, era real, tan real que asustaba, y el corazón se me salía del pecho y ella tan campante sin saber que nos había unido una vida a ambos (yo tampoco lo sabía), tranquila como quien saluda al pasar a alguien que no conoce , y esa vida que nos conectó ya pasó, es parte de otras vidas o es parte del futuro y me asusta, me asustó y me asustará siempre, porque en el momento en el que la miré a los ojos, inadvertido , desbalanceado de mis ejes , aprendí a viajar en el tiempo.

Sentí todo de un tirón. El primer beso, el último, el millón de abrazos del medio. El café del domingo por la tarde, la risa en el pasto, el llanto de aquella madrugada. Sentí la lluvia que nos mojó hasta los huesos, y nos reímos de eso. Un viaje, sentí el calor, de su cuerpo junto al mío una noche de invierno donde el fuego que irradiamos era tan volcánico que los cimientos de la casa temblaban sintiendo aquel siniestro. Sentí la soledad de extrañarla en los otoños, la paz de su cabeza en mi pecho, otra vez el dolor de separarnos caminando, queriéndonos; sentí el regreso, sentí todas las veces que le cociné mientras cantaba, sentí las veces que me miró por el reflejo de la ventana, sentí los chistes, los cigarrillos sin excesos, los te quiero. Sentí sus ojos mirándome como si nada mas importara, y sentí cuando llorando ella se fue, para no volver, y ahí me quedé solo de nuevo, sintiendo, la ausencia que dejó sobre el costado derecho de mi cama. Todo eso junto sentí cuando la vi, y sin conocerla la miré a los ojos.






Escritos

lunes, 18 de noviembre de 2019