Santa Rosa

miércoles, 26 de agosto de 2020

Podríamos decir que soy hijo de la tormenta?


Nací en luna nueva un 28 de agosto, con sol en virgo, ascendente en virgo y luna en virgo. Depende quién tire las cartas, me ha salido alguna que otra vez una ascendencia libriana, pero fueron pocas las veces.

La noche anterior a que mis ojos vieran la luz del mundo, mi vieja empezó con trabajo de parto. Todo parecía normal hasta que se dieron cuenta que el cordón umbilical estaba rodeando mi cuello y un parto normal no era viable, así que programaron una cesárea para la mañana siguiente. No se si me lo contó mi vieja o si son recuerdos uterinos, pero esa noche empezó a llover. 

Vino de golpe, sonaba un clima que vaticinaba el apocalipsis mezclado con el calorcito del verano de San Juan que se transformó en viento helado en cuestión de segundos. El cielo negro de la noche se volvió mas negro. La soledad se volvió mas sola, y la ciudad empezó a temblar.

Para cuando yo nací , cerca de las 8 de la mañana, toda la planta baja de la maternidad estaba inundada; nadie había venido a verme. No porque no quisieran, sino porque no se podía entrar. Las calles, un río. Los árboles atravesados cual vallado, toda ruta ..intransitable.

Nací solo..o bueno, con mi madre por supuesto, pero desde el momento cero, estuve solo. A modo de señal destinológica(?). Claro que pasando los días el agua mermó, y mis familiares me conocieron. Pero nada es igual al primer contacto, a las primeras 24hs de vida...estando solo. Rodeado de gente, pero solo.

Será que somos así, los hijos de las tormentas, que el caos nos tranquiliza, porque nacimos en él..como si fuese normal.

Como siempre, la lluvia calma a las bestias.