Extraño

jueves, 24 de febrero de 2022

 Que raro, siempre que vuelvo a estas páginas, es porque la ira que acompaña...



Como una nube, negra, que me sigue y llueve, mientras alrededor reina el sol. Algunas personas se dan cuenta. Sucede, existe, no es que podemos vivir sin el sentimiento iracundo; pero cuando algo lo hace asomar por la superficie, parece como si tomara aire y cobrara una fuerza sideral.

Lo siento siempre en el mismo lugar, que es todos los lugares pero centrado entre el pecho y el estómago. Está ahí, queriendo romper algo para que el ruido del desastre lo soslaye, como un trueno, cuando limpia los gritos sueltos de la ciudad.

Cuando crece, porque crece, todo tiende a hacerlo crecer. Una alarma que no suena, el tráfico de la mañana por un palo en la autopista. Alguien que se sienta en un escritorio que no le corresponde, y cuando los miras te pone cara del que va de contramano y sabe que va de contramano. Te levanta la mano, pero no se corre, sigue perpetuando el camino hasta llegar a la esquina.

Cuando necesitas que todo funcione y nada funciona, cuando sobran las palabras y nadie las dice.

Que ira me dan esos días en los que me quiero fajar con el primer gil que me mire cruzado; y eso me da mas ira, y así sigue creciendo, como en un ciclo constante de retroalimentación que ya todos sabemos donde termina.

No me gustan estas vísperas, no nos gustan.

Por suerte, y roguémosle a Dios, que no deje de llover.