Madrugadas

lunes, 5 de octubre de 2020

Éramos, todo empezaba en la calle, como una partida de un juego animado.

Ella , o él, no recuerdo, perfila para la calle, otros dos entramos a la casa de la esquina, una mansión enorme, rota. Los dos restantes no recuerdo.
Somos dos, adentro. En todas las partidas siempre me quedo abajo, lo recordaba, ésta vez elegí subir, con ella. Le pregunté como si no entendiese, si aquella se quedaba en la calle. Me dijo que si.
Entendí que nos había tocado la casa. No sabía si había que defenderla, tomarla, no había objetivo firme.
Entramos en una habitación y ella personaje. Le digo que se acueste y descanse, que yo la cubría. Mano en guardia mirando a la puerta, iban a ser cuatro horas largas, pensé. Cuatro horas en guardia.
Estábamos armados, y sin embargo yo con los puños vendados, esperando a pegar.
Apareció el primero, y empecé a romper. 
No me acuerdo mas nada, pero quise escribirlo para que no se me vaya, como tantos otros sueños, en los que siento cuando me caigo, en donde huelo, en donde si me pegan, me duele; y me despierto, con dolor en los nudillos, con las muñecas rotas y la boca sangrando.

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