Escribí

viernes, 28 de diciembre de 2018

Como me angustia tocar este blog con ira. Con furia. Pero es lo que es.

Cuando lo veas venir, escribí...y eso estoy haciendo.


"Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose." Julio Cortázar.


Pero la fe es la esperanza redoblada, me dijeron. A si? entonces la ira es la tristeza con escudo.





Como siempre el corazón se acelera, aumenta la presión sanguínea. De a poco uno va sintiendo como se tensan los músculos de la espalda y nos encontramos a nosotros mismos con las manos semi apretadas, subiendo apenas el tono de voz, verborrágicos en el habla, tirando palabras mas rápido de lo que la boca puede procesarlas. El torso se endereza, empiezan a reaccionar los músculos de las piernas, nos paramos, ya no aguantamos estar sentados. Empiezo a respirar mas rápido porque me doy cuenta que el consumo de oxígeno que demanda mi cuerpo no está siendo suministrado como corresponde y duele, me empieza a doler el pecho, como si fuese un destornillador apretando contra la izquierda del esternón y los pulmones agarrados con una prensa, apretando para que no pueda respirar.
Siento en la cabeza la sensación de hacer fuerza , de intentar levantar algo muy pesado, como se apaga un poco la tele, se hincha la vena de la frente, la sien, la de los costados. Se agruesan las arterias y yo, nosotros, mas agitados, ya casi no vemos nada, enceguecidos, no escuchamos, no pensamos. Me está ganando, Quien te enoja te domina y me siento dominado, se, y lo se , que me estoy enojando.

ahora no, ahora ya pasó, claramente ya estoy mas tranquilo, pero intento recrear el momento para que entiendan lo que se siente, el enojo si bien es un denominador común, genera efectos disjuntos en las personas.

Una vez enojado y consciente del enojo es difícil, es difícil separar ese enojo del propio cuerpo para poder calmarlo sin ser un animal, usar la razón, la inteligencia, la bendita inteligencia que nos dieron para no actuar como un incivilizado, pero siendo inteligente uno no se calma. siendo inteligente no me calmo. He desarrollado la capacidad de calmarme hablándome a mi mismo, pero si el enojo es muy grande no sirve, no sirve de nada.
También supe a lo largo de los años crear una suerte de caja, donde guardo la ira, acumulo fuerza e impulsos nerviosos y los encierro bajo llave en esa caja de mierda, negra, llena de caos y la abro, la abro cuando estoy adelante de una barra pesada, cuando estoy delante de alguien que merece ser castigado, la abro cuando se que no la puedo volver a cerrar hasta que no se vacíe por completo.
Cuando la ira sale, el cuerpo no duele, duele el alma. Cada piña, cada cuchillazo, cada tiro, le duelen a la mente, a mi mente, que está alborotada. Cuanto mayor es la fuerza, mas sufre la cabeza, teniendo que soportar la asimilación nerviosa de sentir el dolor de las manos y convertirlo en las fuerza, de transformar los golpes en el fuerzo en gritos de aliento para no arrodillarse. Quién es entonces el que sufre mas dolor? la pregunta se responde por si sola.

Mas tranquilo cuando el cuerpo baja la temperatura, duelen las manos, las articulaciones, se ve la sangre, se tocan los huesos, las fisuras, se sienten los cortes. En el momento todo es infierno, hasta el mismo cuerpo, pero mas tarde , en la calma, permanece el dolor, la resaca de la violencia desatada sin medida, los remanentes latidos errantes del corazón que quiere volverse a acomodar y no puede, que le cuesta, que todavía pincha como ese destornillador. Y hay dolor, que aparece, y no deja de aparecer. Mucho dolor, todo se traduce al sufrimiento que nos hunde y nos deja hechos mierda, desalmados, en pedazos, sin saber qué pasó, cómo pasó.

Leo un minuto atrás esta nota y no reconozco lo escrito por los vestigios de la impotencia que quedaron en los ojos, sigo tan desatado que no se quién está escribiendo esto, o por qué. Acá estamos, florecidos, en un estado de alerta horrible que no nos deja comer, no nos va a dejar dormir, no nos deja caminar en paz, en un limbo asqueroso mediador entre los hombres con calma y el perdón de los pecados, de los pecadores siniestros, de los siniestros, entre Dios y la luz del ángel Lucifer.

Que tragedia sobre la cual caminamos, pensando en reventarnos la cabeza contra el cemento o volarnos el cerebro de un tiro para escapar de éste estado inverosímil en el que solo somos capaces de nosotros mismos para escribir estos versos y nada mas. Hasta que no hagamos fuerza, hasta que no abramos la caja, todo va a ser igual, una delgada línea entre la calma y el suicidio.

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