Uno, dos , tres

viernes, 22 de febrero de 2019

En el silencio se puede escuchar como una sucesión de gotas de agua, que caen sobre una piedra, van calando hasta el fondo del sólido. Con un efecto constante e ininterrumpido, el viento dobla al Junco a su gusto, el puño rompe al árbol, el mar vence al acantilado.

El fuego, que lento avanza sobre la madera, densa, húmeda, irreprensible camina de a centímetros hasta consumirla por completo, al carbón, a las cenizas, a redimirse en viento y siendo uno con el universo nuevamente.

El preso pica la pared con una punta improvisada, todas las noches, en silencio, avanzando milímetros en el agujero que mide metros, pero de a milímetros, tres mil días, son tres metros, el resto de la vida es libertad.

El libre, que no es separado de la ciudad por ninguna pared, consume todas las noches, en silencio, de a gramos, ahogándose despacio en un mar profundo. De a gramos, tres mil días, son tres kilos, el resto de la vida, es un regalo del cielo.

De a palabras se escribe un libro. De golpes se mata un hombre.

De a días se vive la vida, y relativamente existen vivencias que valen mas que medias vidas, y existen vidas enteras, que no borran un recuerdo.

El avance lento del veneno no sorprende, es una muerte que viene con dudas, por qué me siento mal? qué me pasará?. No es obvio como un choque, un golpe en la cabeza, que se manifiestan, sangran, duelen. No, el veneno, el cáncer, la enfermedad, no se alzan con bombos y tambores, son los ninjas de Virgilio, y cuando nos damos cuenta, ya tenemos el cuchillo en la garganta. A veces cerca, a veces lejos, a veces tocando y otras ya cortando.

El huracán avanza sobre los pueblos, llevando consigo a su paso, todo lo que encuentra, destruye. Cimientos, almas, estatuas, caen las tierras, las murallas. La naturaleza como ser personificado se sacude un poco en un sismo y se limpia doscientos años de edificios. La lluvia, que inunda civilizaciones, arranca despacio para no tener fin.

Cómo fue que no vi la gota, que no sentí el humo, que no oí la punta, que no gusté la droga. Cómo fue que no me detuve a leer el libro, por qué no dejé de pegarle? por qué no te puedo olvidar? Cómo es que los médicos no lo han visto. Por qué no han observado el mar? puesto un oído en la tierra. Y miren que todo avisa, hasta la lluvia, con el olor a tierra mojada, cuando todavía no ha llovido.

Ese aroma es el deja vu de la tormenta. Verme a los ojos y sentir olor a pólvora, debería ser, para vos, el mismo ejemplo.

Porque el que avisa, no traiciona.


0 Yes,tell me :