Julieta denunciando a Romeo

miércoles, 24 de octubre de 2018

Llueve, y como todo cliché, la lluvia induce a escribir. Por supuesto que hay que tener el tiempo y las ganas, pero a veces, sin tiempo y sin ganas, también hace falta.

Dicen, que la lluvia, en cierto sentido tiene el mismo poder que el de un abrazo, en muchas de sus materias. El milagro del agua cayendo del cielo limpia, silencia las bocinas de los autos que se escuchan afuera, hace que el corazón vaya mas lento, que el tiempo vaya mas lento, que la vida sea lenta. El agua, a parte de ahogar, enlentece.
Se hacen mas lentos el dolor, el olvido, el extrañar, no pasan más, parecen eternos. Pero como el tiempo no puede ir mas lento por razones físicas, lo que aumenta es la densidad de éstos últimos sentimientos, por cuestiones meramente matemáticas. Si el dolor en un minuto de sol, duele cien veces, y el tiempo cuando llueve parece ser el doble de lento, entonces treinta segundos de lluvia ( que simulan ser un minuto ) deberán doler cien veces,  y el minuto de lluvia nos termina doliendo el doble, terminamos extrañando el doble, y recordando aún mas.
Vendrán quienes tengan el libro de la teoría de la relatividad bajo el brazo (yo soy uno de ellos) a criticarme por escribir del tiempo sin permiso y meter en la cabeza de quienes leen ideas que no pueden ser, pero cada uno con su mente hace y piensa lo que quiere.
Está en la anatomía propia de las tormentas esa disociación entre la destrucción y la paz, y debe ser esa histeria la que me llama la atención, la que me enamora. De como se es capaz de curar tantas angustias, de traer tanta tranquilidad para algunos y para otros huracanar, romper, traer dolor, revolver el pasado. Estoy muy seguro de que el sol no puede con esas cosas, no le da la nafta para hacer tanto bien y tanto mal.
Será que somos tormenta? que cuando te oigo llegar te quiero, te deseo, te extraño, deseo mojarme en tu lluvia y revivir? y a la vez te extraño, me dolés en el medio del pecho y el corazón se me hace lento como el tiempo y no pasas mas, llegas para quedarte. No se que estás buscando, qué querés de mí ésta vez, si me vas a querer, si me vas a maltratar, pero te sigo esperando y te recibo a brazos abiertos, porque otra no queda. Puedo elegir entre mojarme o no, pero si te enojo es peor, es catastrófico, rompes, y yo acá roto, desarmado, sufriendo cada gota como si fuese la primera y la última, teniendo frío pero con vos, lloviendo en mí, con esa jurisprudencia impertérrita de hacer daño y lograrlo. Y cuando terminas de hundirme hasta el fondo de mis pozos, te vas, dejando entrar al sol por la superficie para demostrarnos que aún hay vida y renacemos, rotos, volvemos de vos, con los campos regados, con el fin de la sequía, con un dolor ya cicatrizado.
Quizás esta lluvia no sea igual a todas las lluvias, o éste agua no llegue a ser tormenta. Hay aguas que son solo aguas..y hay tornados encubiertos que se hacen pasar por viento. Como vos, como yo. No podemos mojar el mismo lugar, ni lastimar por lastimar a quienes no están peleando esta guerra, está prohibido por la ley tácita del tratado de Ginebra.

Este tratado se aplica en caso de guerra declarada o de cualquier otro conflicto armado que surja entre las partes contratantes, aunque una de ellas no haya reconocido el estado de guerra. También se aplica en caso de ocupación total o parcial del territorio, aunque la misma no encontrase resistencia. Todas las personas que no participen en las hostilidades, incluidos los miembros de las fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y las personas puestas fuera de combate, serán tratadas con humanidad, sin distinción alguna. Se prohíben los atentados contra la vida y la integridad corporal, la toma de rehenes, los atentados contra la dignidad personal, las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante tribunal legítimo y con garantías judiciales. Los heridos y los enfermos serán recogidos y asistidos. En cada conflicto cada parte podrá tener una Potencia Protectora o un organismo que ofrezca garantías de imparcialidad, para ocuparse de salvaguardar sus intereses. Los miembros de las fuerzas armadas que estén heridos o enfermos tienen que ser respetados y protegidos en todas las circunstancias.

Entonces es así, tenían razón que para cerrar una herida se puede cocer pero también se puede quemar con un encendedor. La cicatriz horrible y efectiva de sufrir todo el dolor junto de una, en una lluvia, y verte venir, a lo lejos, respirar y sentir olor a tierra mojada, cuando todavía no llovió.