CAFE

jueves, 11 de octubre de 2018

La felicidad es algo parecido a lo que siento cuando le doy el primer sorbo al café, y la tristeza, inmediata, de verme dando el último, observando la taza vacía, añorando el gusto que dejó. Tan corto el amor, tan largo el olvido.
Como si uno pudiese predecir un futuro incierto al observar la espuma del café recién servido, el cariño en su temperatura acompañado del tinte siniestro de las notas del grano espeso, del cuerpo del mismo.
Quemarse un poco la lengua como quien se equivoca y revivir en el tacto de la taza, en la acidez de la lengua, el placer del buen café, el aroma de la poesía. 
El olor a cigarrillo de fondo y una larga noche por delante, de escritura, de placer.
Y así cuando hay que inclinarse mucho para tomar los últimos tragos, ya sabemos que se está por terminar, y nos apuramos, para que no se enfríe, como tantas cosas que se deben procesar mientras arden, para que el último trago de nuestro amor no sea helado y feo, dejando un rastro horrible en nuestro cuerpo, olvidando el placer de las primeras veces.
Sobre el fin se ve el pasado, pero hay quienes dicen que la borra del café predice el futuro...yo no lo se. solo entiendo que se puede extrapolar la vida a una taza, y como todo, es hermoso mientras dura, como el café mismo, como el buen sexo. 
Como vos, como yo, ardiendo, volando en las olas y en la espuma, acabándonos el uno al otro, destruyéndonos por gusto y por consenso, hasta que al fin no somos nada mas que un pequeño rastro en un pocillo, que desprende aroma...pero ardimos, ardimos fuerte, y nadie puede decir lo contrario.

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